El dueño del
fuego
Un día, uno de los hombres de la tribu salió
de cacería, pero no consiguió ninguna presa. Horas después, medio muerto de
hambre, fue hasta un pantano y recogió algunos caracoles.
Estaba en la orilla comiendo los caracoles
crudos, cuando de pronto vio que del pantano surgía un gran pájaro llevando un
caracol en el pico. El ave voló hasta un árbol, lo dejó junto al tronco y
volvió por más.
El hombre observó entonces que cerca del
árbol se elevaba una delgada columna de humo.
“Es una nube celeste que brota de la tierra”
pensó, porque nunca había visto el humo, ni siquiera conocía la palabra humo.
Esperó que el pájaro se alejara y se acercó
a ese sitio. Vio allí unos palos dispuestos en círculo, punta con punta. Los
extremos de color rojo brillaban y daban calor. Cerca de los palos estaban los
caracoles que el pájaro había puesto a cocinar.
Probó dos o tres y los halló tan deliciosos
que se prometió a sí mismo que ni él ni los suyos volverían a comer comida
cruda. Entonces tomó unos cuantos palos y escapó corriendo.
En la aldea, la gente se arremolinó
alrededor de esa rareza, el fuego. Se dieron cuenta de que su alimento era la
madera y le arrimaron leña seca para mantenerlo vivo.
Esa noche hubo fiesta. Por primera vez, la
gente comió comida cocida.
Cuando el gran pájaro descubrió el robo se
enfureció y juró vengarse de la tribu de los Lenguas.
Subió al cielo, más allá de las nubes, y
fabricó una tormenta: sus ojos chispeantes despidieron relámpagos y al compás
de su aleteo furioso retumbaron los truenos. Todo fue inútil. Ni un diluvio
consiguió apagar el nuevo tesoro de los hombres.
LA IMPORTANCIA DEL FUEGO
En los
comienzos de la humanidad, el fuego proporcionó a los hombres una alimentación
de mejor calidad. Por un lado, asada, la carne era más fácil de digerir que
cruda, como la comían hasta entonces. Por otro, se conservaba durante más
tiempo en buen estado, pues el calor de la llama destruye la mayor parte de los
agentes patógenos. De este modo, el riesgo de intoxicarse –y morir- por comer
en mal estado disminuyó en forma notable. Por último, el fuego brindó la
posibilidad de alimentarse con partes del animal que habrían resultado
demasiado duras si no se las hubiera asado.
También, el hombre habrá
advertido que sus enemigos eran presas del pánico ante la proximidad de un
incendio. Frente al fuego, los leones y los búfalos perdían su superioridad.
Así, dispuso de un arma extremadamente eficaz para defenderse de sus enemigos.
En Ciencias Sociales 7. Serie Entender, Estrada, 2006, p. 127. (Fragmento