viernes, 14 de mayo de 2021

Una leyenda

 

El dueño del fuego

    Dicen que, en los comienzos del mundo, en el Chaco paraguayo no había fuego y Los Lenguas, habitantes de esa región, no conocían su luz ni su calor y comían la comida cruda.

   Un día, uno de los hombres de la tribu salió de cacería, pero no consiguió ninguna presa. Horas después, medio muerto de hambre, fue hasta un pantano y recogió algunos caracoles.

   Estaba en la orilla comiendo los caracoles crudos, cuando de pronto vio que del pantano surgía un gran pájaro llevando un caracol en el pico. El ave voló hasta un árbol, lo dejó junto al tronco y volvió por más.

   El hombre observó entonces que cerca del árbol se elevaba una delgada columna de humo.

   “Es una nube celeste que brota de la tierra” pensó, porque nunca había visto el humo, ni siquiera conocía la palabra humo.

   Esperó que el pájaro se alejara y se acercó a ese sitio. Vio allí unos palos dispuestos en círculo, punta con punta. Los extremos de color rojo brillaban y daban calor. Cerca de los palos estaban los caracoles que el pájaro había puesto a cocinar.

   Probó dos o tres y los halló tan deliciosos que se prometió a sí mismo que ni él ni los suyos volverían a comer comida cruda. Entonces tomó unos cuantos palos y escapó corriendo.

   En la aldea, la gente se arremolinó alrededor de esa rareza, el fuego. Se dieron cuenta de que su alimento era la madera y le arrimaron leña seca para mantenerlo vivo.

   Esa noche hubo fiesta. Por primera vez, la gente comió comida cocida.

   Cuando el gran pájaro descubrió el robo se enfureció y juró vengarse de la tribu de los Lenguas.

   Subió al cielo, más allá de las nubes, y fabricó una tormenta: sus ojos chispeantes despidieron relámpagos y al compás de su aleteo furioso retumbaron los truenos. Todo fue inútil. Ni un diluvio consiguió apagar el nuevo tesoro de los hombres.

 FIN

 De Ferro, Beatriz: El fuego y los cuentacuentos (Colección Historias fantásticas de América y el mundo), Buenos Aires, Editorial La Página.



LA IMPORTANCIA DEL FUEGO

En los comienzos de la humanidad, el fuego proporcionó a los hombres una alimentación de mejor calidad. Por un lado, asada, la carne era más fácil de digerir que cruda, como la comían hasta entonces. Por otro, se conservaba durante más tiempo en buen estado, pues el calor de la llama destruye la mayor parte de los agentes patógenos. De este modo, el riesgo de intoxicarse –y morir- por comer en mal estado disminuyó en forma notable. Por último, el fuego brindó la posibilidad de alimentarse con partes del animal que habrían resultado demasiado duras si no se las hubiera asado.

También, el hombre habrá advertido que sus enemigos eran presas del pánico ante la proximidad de un incendio. Frente al fuego, los leones y los búfalos perdían su superioridad. Así, dispuso de un arma extremadamente eficaz para defenderse de sus enemigos.

 

En Ciencias Sociales 7. Serie Entender, Estrada, 2006, p. 127. (Fragmento


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